El término “chango” aparece documentado por primera vez a mediados del siglo XVII para denominar a toda la población que ocupaba el litoral costero entre Copiapó y Coquimbo. Con el paso del tiempo, el apelativo se amplió también a los pueblos pescadores que habitaban más al norte hasta el sur del Perú, conocidos hasta entonces como camanchacas, pro-anches o uros, todas denominaciones que parecían hacer referencia a un grupo étnico en particular de pueblos pescadores. Sin embargo, hablar de una etnia chango representa un problema, pues este nombre responde más bien a una forma de vida especializada en los diversos aspectos de la vida marítima, cuyas raíces se remontan a una tradición cultural de al menos 8000 años.
Los predecesores de los changos fueron poblaciones independientes, que convivieron con pueblos del interior del desierto que en distintos momentos del período prehispánico fueron colonizando el litoral Pacífico. Parte de estas sociedades costeras pudieron ser continuadoras de la antigua tradición de los pescadores Chinchorro.
Se dedicaban principalmente a la pesca, actividad para la cual utilizaban balsas características hechas con cueros de lobos marinos inflados. Sobre estos flotadores, sujetaban una plataforma de madera, que permitía transportar de uno a cuatro navegantes. Este tipo de embarcación era usada por ellos sólo para la pesca costera, mientras que para el transporte a largas distancias usaban balsas de troncos. Para la pesca utilizaban un arpón de hueso, amarrado a un cordel de cuero. Se agrupaban en pequeñas familias y rendían culto a los muertos, a los que enterraban junto con sus herramientas.
Estas tribus habitaron una larga faja de la costa, llegando a comprender sectores como Boca del Río, La Yarada, Ite, Arica, Iquique, Tocopilla, Paposo y Taltal. Estos grupos en muchos casos no tenían una historia, cultura, ni origen similar.
Hoy no existen descendientes reconocidos de los grupos changos, dado el profundo mestizaje que ha ocurrido en los últimos siglos. No obstante, su modo de vida sigue siendo practicado por pescadores, algueros y orilleros desde Chañaral a Cobija, quienes mantienen mucho de la tecnología, economía y patrón de asentamiento de estas antiguas poblaciones del desierto costero.